Los Expedicionarios

La selección de los integrantes de la Comisión científica del Pacífico fue una tarea ardua y compleja. Finalmente los seleccionados fueron los 6 naturalistas aquí retratados más el autor de la fotografía –Rafael Castro y Ordóñez- y el taxidermista Puig y Galup, aquí ausente. Todos ellos formaban parte de las clases medias que crecieron en la España isabelina.

En ese grupo humano, situado mayoritariamente en la órbita ideológica del liberalismo templado de la época de la Unión Liberal, presidida por el gobierno largo del general O’Donnell (1858-1863), predominaban los naturalistas treintañeros. Aunque su preparación académica era desigual, los cuatro naturalistas que participaron en la expedición hasta su final –Martínez y Sáez, Jiménez de la Espada, Isern y Almagro- realizaron un gran esfuerzo personal por realizar contribuciones al conocimiento científico de la naturaleza y de las culturas americanas.

Juan Isern

(Setcasas [Gerona] 1825-Madrid 1866) era bachiller en Medicina y Cirugía y ayudante del Museo de Ciencias Naturales de Madrid como colector del Jardín Botánico.

Nació en 1825 en el el pueblo pirenaico de Setcasas en la provincia de Gerona en el seno de una familia de acomodados ganaderos. Desde joven surgió en él la afición a la botánica, al entrar en contacto con los herbolarios que recogían plantas medicinales para los boticarios de Barcelona, y con los botánicos extranjeros como Barker y Bubani que se interesaban por el estudio de la flora pirenaica.

Poco después de 1845 inició los estudios de Medicina en Barcelona. Allí aumentó sus conocimientos de botánica en el jardín de la Universidad y en la Escuela de la Junta de Comercio, donde se interesó por el estudio de la botánica aplicada a la agricultura. En esa época estrechó sus relaciones con notables botánicos extranjeros como el explorador pirenaico Bentham, el alemán Willkomm, y especialmente Webb, al que acompañó en sus excursiones pirenaicas.

A principios de la siguiente década se produjo su salto a Madrid. En julio de 1851 se incorporó al Museo de Ciencias Naturales como colector, probablemente a instancias del director de esa institución el médico y naturalista catalán Graells. Isern fue adscrito al Jardín Botánico, donde se encargó del aumento y preparación de sus colecciones. Fue aquí en Madrid donde se afianzaron sus ideas liberales progresistas y continuó sus estudios universitarios, obteniendo en 1854 el grado de bachiller en Medicina y Cirujía por la Universidad Central, y nada más acabar sus estudios ejerció de médico en la localidad madrileña de Valdemoro, donde combatió los efectos de una gran epidemia de cólera.

Cuando en 1857 se reformó el Reglamento del Museo de Ciencias Naturales, Isern fue promovido al cargo de ayudante de las cátedras de Botánica con la obligación de ayudar a preparar las lecciones, encargarse de la biblioteca del Jardín Botánico y obtener el grado de licenciado en Ciencias Naturales, que no llegó a conseguir. Por esa época realizó diversas excursiones por toda España, colaborando con Vicente Cutanda en la elaboración de su Flora compendiada de Madrid y su provincia..,y con Graells en su obra Ramilletes de plantas españolas. Y su prestigio entre botánicos extranjeros se consolidó dedicándole Gay y Webb la especie Miscrolochus Isernianus.

Dados estos antecedentes no ha de extrañar que al formarse la Comisión científica del Pacífico fuese invitado a integrarse a ella como botánico, y que Isern aceptase, impulsado por sus maestros, protectores y amigos Colmeiro, Graells y Pérez Arcas.

La laboriosidad de Isern a lo largo del viaje de los expedicionarios fue reconocida por todos sus colegas, y de ella tenemos pruebas por los frecuentes envíos de plantas que hizo a España desde diversos lugares de América. Pero la difícil experiencia en la que se vio involucrado fue superior a sus fuerzas. Los conflictos bélicos en los que se vieron inmersos los expedicionarios le transformaron ideológicamente, derechizándose, como se aprecia en una carta que escribiera a Graells desde Quito el 3 de enero de 1865. Y su salud se quebró. En la población brasileña de Tabatinga, en medio de su viaje por los ríos Napo y Amazonas enfermó. Cuando se embarcó en Pernambuco el 30 de noviembre de 1865 con Martínez y Espada rumbo a Lisboa ya se encontraba muy debilitado, y fallecería a los pocos días de llegar a Madrid en su domicilio de la C/ de Alcalá nº 40.

El herbario que Isern había formado en sus excursiones por toda España fue adquirido por el Museo de Ciencias Naturales en la primavera de 1871.

De su participación en la Comisión científica del Pacífico conservamos su herbario, custodiado actualmente en el Real Jardín Botánico de Madrid, así como una serie de apuntes botánicos, manuscritos, que también se conservan en parte en esa institución. Parte de sus vicisitudes expedicionarias pueden ser rastreadas a través de una pequeña crónica que dejó escrita en la revista El Pabellón Médico, entre 1863 y 1865, y a través de una serie de cartas conservadas en el Archivo del Jardín Botánico, dirigidas a sus familiares, a sus colegas naturalistas como Graells y Pérez Arcas, o a relevantes políticos progresistas como Pascual Madoz.

Fernando Amor

(Madrid 1822-San Francisco 1863), de orígenes sociales modestos, se licenció en Farmacia, y desde 1847 fue catedrático de Historia Natural de diversos institutos de enseñanza media en Cuenca, Córdoba y Valladolid. Notable entomólogo tenía una buena experiencia viajera. En 1855 asistió comisionado por la Diputación y la Junta de Agricultura de Córdoba a la Exposición Universal de Paris y en el verano de 1859 hizo un viaje de exploración del norte de Marruecos. Su fallecimiento en tierras californianas lo convirtió en "un mártir de la ciencia".

Nació en Madrid en 1820. Se incorporó a la Comisión científica del Pacífico por una invitación que le cursó Laureano Pérez Arcas en mayo de 1862, poco después de que hubiese tomado posesión de su cátedra en el Instituto de Valladolid, tras un largo proceso de formación como naturalista y una amplia hoja de servicios a la Administración.

Hizo estudios de Ciencias y Farmacia en la Universidad Central de su ciudad natal: en 1840 obtuvo su título de Bachiller en Filosofía y en 1845 consiguió el grado de doctor en Farmacia. Obtenidos esos títulos académicos se dedicó a la enseñanza secundaria en la red de institutos que los liberales moderados establecieron a semejanza de los liceos franceses. Fue catedrático interino en los institutos de Cuenca y Córdoba, y a partir de 1851 logró en propiedad la cátedra del instituto cordobés, donde impartió las enseñanzas de ciencias naturales y de Física y Química.

Durante la década de 1850 Amor se consolidó como uno de los naturalistas más dinámicos que trabajaban fuera de Madrid. Mantuvo relaciones con entomólogos franceses –lo que le valió ser elegido en 1853 individuo de la Sociedad Entomológica de Francia- y con Pérez Arcas y Paz Graells, sus antiguos profesores. Y realizó numerosos encargos oficiales, en una época en la que existía un gran interés por buscar la dimensión utilitaria de los conocimientos científicos. Así en 1854 la Diputación y la Junta de Agricultura de la provincia de Córdoba le eligieron como representante para que visitase la Exposición Universal de París y estudiase in situ los progresos agrícolas que se exhibiesen allí. Amor fue uno de una legión de participantes y visitantes que creyeron en la capacidad civilizadora de esos escaparates del poder de la ciencia y de la tecnología. Envió a la primera exposición, celebrada en Londres en 1851, una colección de minerales de la provincia de Córdoba, por la que recibió una medalla del comité organizador, y remitió una colección de insectos que atacaban el arbolado a la que tuvo lugar en Paris en 1855. De lo que observó en esta segunda exposición dejó constancia en una excelente y prolija memoria - Estudios sobre la Agricultura en sus varias aplicaciones, hecho en la Exposición Universal de Paris,- publicada por la Diputación Provincial de Córdoba en 1856. Al año siguiente participó activamente en la importante Exposición Agrícola Española que se celebró en Madrid, donde presentó una colección forestal muy completa de la provincia de Córdoba. Por esa época estaba muy comprometido en impulsar la creación de una Escuela de Agricultura en esa ciudad andaluza, de la que fue nombrado director en 1858. En 1860 presentó al Colegio de Farmacéuticos de Madrid una Memoria sobre los insectos epispásticos de algunas provincias de España.

Cuando aceptó el reto de participar en la Comisión científica del Pacífico, Amor tenía tras de sí una cierta experiencia expedicionaria. En 1859, entre el 19 de julio y el 7 de agosto, viajó por Marruecos, pocas semanas antes que se declarase la guerra entre España y el imperio marroquí. Realizó diversas excursiones entre el área de Tetuán y Tánger –formando parte quizá de una expedición de carácter militar- y a su regreso dio a conocer sus impresiones en el periódico Andalucía y luego en un ameno y atractivo libro titulado Recuerdos de un viaje a Marruecos, publicado en Sevilla.

Dada su edad y experiencia fue elegido vicepresidente y naturalista principal de la expedición , encargado de la geología y entomología, con un sueldo e indemnización anual de 30.400 reales. En las tensiones que surgieron a lo largo del viaje adoptó posturas conciliatorias entre Jiménez de la Espada y Martínez y Sáez. Colectó insectos y rocas. Empezó a elaborar un diario extensísimo, según su testimonio, que al parecer se perdió en el incendio de La Triunfo. Pretendía con él dar cuenta de un viaje pintoresco. Algunas de sus impresiones de expedicionario fueron publicadas por el diario La España de Madrid. Enfermó en las excursiones que hizo al desierto de Atacama y a las minas chilenas de Copiapó y Cañarcillo en abril de 1863 y falleció en octubre de ese año en San Francisco de California. Su retrato que se exhibió en la exposición que se celebró en el Jardín Botánico de Madrid de 1866 se conserva actualmente en el despacho de la dirección del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Patricio María Paz y Membiela

( El Ferrol 1808 - Madrid 1874) fue elegido presidente de la Comisión cuando tenía cincuenta y cuatro años. Era un capitán retirado de la Marina y un naturalista aficionado a la conquiliología, poseedor de una excelente colección de conchas, que había formado en sus visitas a puertos de todo el mundo. Su número superaba las 40.000 y representaban unas 12.000 especies. Paz no fue una buena elección. Sordo, tenía un carácter irascible y discutió con frecuencia con los oficiales de la Triunfo y con los demás miembros de la expedición. Tras un año de viaje renunció al liderazgo de la Comisión y retornó a España.

Nació en El Ferrol el 17 de marzo de 1808 en el seno de una familia acomodada, de origen noble. Ingresó en la Armada en 1820. Tras desempeñar diversos cargos en los apostaderos y arsenales de la España penínsular, Manila y La Habana, alcanzó en diciembre de 1837 el grado de teniente de fragata. Se retiró de la carrera de marino militar en 1840 debido a una sordera progresiva.

A lo largo de sus navegaciones y estancias en las colonias españolas se convirtió en un gran aficionado al estudio y colección de las conchas. Debido a esa curiosidad estableció relaciones en Cuba con los naturalistas Felipe Poey y Nicolás Gutiérrez cuando residió en Matanzas en 1837, y posteriormente en 1853, en su destino de la Comandancia de Carabineros de La Habana.

Su nombramiento como jefe de la Comisión científica del Pacífico en junio de 1862 por el Ministerio de Fomento no parece que fuera muy acertado. De carácter intransigente chocó desde el primer momento con el comandante Cróquer, responsable de la fragata Triunfo. Y también tuvo enfrentamientos con los científicos desde que se reunieron todos los expedicionarios en Cádiz a causa de las disposiciones establecidas en el Reglamento que regulaba las funciones y tareas de cada uno de los expedicionarios. Los enfrentamientos con sus subordinados empezaron a manifestarse desde el primer momento. Así el 30 de julio de 1862 exponía al director general de Instrucción Pública sus quejas porque el fotógrafo Castro Ordóñez se había sobrepasado en sus gastos de material fotográfico.

Como consecuencia de sus desavenencias con unos y otros presentó su dimisión como presidente de la Comisión científica en una carta que dirigió a la Reina el 29 de julio de 1863.

Tras regresar a Madrid se dedicó al estudio y aumento de la magnífica colección de moluscos que poseía. Logró reunir cuarenta mil ejemplares, que representaban cerca de doce mil especies y variedades, perfectamente conservados. Pensó en venderla en la Exposición Universal de Viena celebrada en 1873, pero finalmente el Museo de Ciencias Naturales de Madrid la adquirió por seis mil duros.

En 1871 fue uno de los once miembros fundadores de la Sociedad Española de Historia Natural. Tras fallecer en 1874 su consocio Jiménez de la Espada leyó en una de las sesiones de esa sociedad científica una necrológica sobre su antiguo jefe de la Comsión científica, del que había sido uno de sus principales críticos, según se constata en diversas páginas de su Diario de viaje . Sin embargo en ese acto de homenaje post mortem ofreció una imagen benevolente de su figura destacando sus cualidades positivas de naturalista, como queda patente en este testimonio:

„Era el señor Paz y Membiela un colector de primer orden, experto, infatigable, paciente; dotado de una vista tan perspicaz y de un acierto tan seguro que rayaban en instinto. Nadie descubría un caracol, un insecto u otro animal cualquiera donde el no los hallaba; porque bueno es advertir que su tino y su práctica no las utilizaba solamente en la recolección de conchas; la Entomología y Herpetología españolas y americanas le deben más de un reptil o de un insecto raro y curioso. Y estas sobresalientes cualidades eran tanto y más de admirar en nuestro malogrado socio, cuanto que no constituían para él un oficio o medio de lucro, ni descuidaba por ellas la vida, porte y costumbres de un cumplido caballero y hombre de mundo. Causaba verdadero asombro y al mismo tiempo complacencia –y en esto puedo hablar como testigo – verle durante el día a los rayos del sol de las Américas, o sufriendo las recias turbonadas de aquel cielo, escudriñar enmarañados matorrales, registrar extensas playas o peladas rocas, o trepar a los picos escarpados…"

Marcos Jiménez de la Espada

(Cartagena 1831-Madrid 1898), hijo de un funcionario de nivel medio, era licenciado en Ciencias Naturales y primer ayudante del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, donde era el discípulo predilecto de su director el zoólogo Mariano de la Paz Graells.

Catedrático de anatomía comparada de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, fue miembro destacado de la Comisión científica del Pacífico, una expedición de naturalistas que recorrió el continente americano entre 1862 y 1865.
En ese viaje recolectó numerosos ejemplares de fauna americana, gran parte de los cuales se encuentran actualmente en las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). Posteriormente describió diversas especies nuevas de mamíferos y sobre todo de batracios. Sus contribuciones más importantes en el campo científico de la herpetología aparecieron en su obra Vertebrados del Viaje al Pacífico. Batracios, publicada en 1875.

Pero también fue un notable historiador. Durante tres décadas se preocupó por el conocimiento de las antiguas culturas precolombinas, en particular por el imperio inca, y por el estudio de las aportaciones científicas que otros españoles hicieron al conocimiento de la naturaleza y sociedades americanas. Entre sus decenas de trabajos históricos cabe destacar la monumental edición en cuatro volúmenes de las Relaciones Geográficas de Indias, correspondientes al virreinato del Perú, (Madrid 1881-1897), que fue recompensada con el premio Loubat de la Academia de la Historia.

Cofundador de la Sociedad Española de Historia Natural en 1871 y de la Sociedad Geográfica de Madrid en 1876 fue un animador de la vida científica de la sociedad madrileña del último tercio del siglo XIX. Proyectó internacionalmente sus investiga- ciones históricas al participar activamente en los Congresos de Americanistas celebrados en Bruselas (1879), Madrid (1881), Turín (1886), Berlín (1888) y París (1890).

Electo individuo de número de la Real Academia de la Historia desde 1882 y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1893, recibió a lo largo de su vida diversas recompensas y distinciones: medalla de la Sociedad Imperial de la Aclimatación de Francia por haber introducido en España animales vivos americanos, socio correspondiente de la Sociedad berlinesa de Antropología, Etnografía y Prehistoria, medalla de oro del gobierno del Perú por sus trabajos históricos sobre ese país andino y miembro honorario correspondiente de la Royal Geographical Society de Londres.

Francisco de Paula Martínez y Sáez

(Madrid 1835-1908) era un licenciado en Ciencias Naturales, flamante catedrático de Historia Natural del Instituto de Teruel, tras haber sido ayudante interino del Museo de Ciencias Naturales de Madrid desde 1857, donde se había puesto en la órbita de influencia del zoólogo Laureano Pérez Arcas

Nació en Madrid el 30 de marzo de 1835. Cuando se incorporó a la Comisión científica del Pacífico era un joven naturalista que acababa de obtener una cátedra de historia natural en el Instituto de Teruel. Se había formado en la Universidad Central de su ciudad natal donde terminó sus estudios de licenciatura en la sección de Ciencias Naturales en 1857. Tras la obtención de su licenciatura fue nombrado ayudante de esa sección y trabajó en el Museo de Ciencias Naturales donde se encargó de las colecciones de vertebrados. En el curso de 1861 a 1862 había impartido clases de Mineralogía y Botánica en la Universidad Central. En esta institución y en el Museo se convirtió en el discípulo predilecto de Laureano Pérez Arcas

En el seno de la Comisión asumió en un principio la doble función de naturalista, encargado de los mamíferos y reptiles acuáticos, peces, crustáceos, anélidos, moluscos y zoofitos, y de secretario, tras la renuncia de Amós Escalante a desempeñar esa tarea.

Dadas las vicisitudes del grupo expedicionario –renuncia de Paz y Membiela, y fallecimiento de Amor en California- el joven Martínez hubo de asumir el liderazgo del grupo en la segunda parte de las aventuras de la expedición, conocida como "El gran viaje".

Durante su comisión escribió un detallado diario, publicado en 1994 , que constituye una excelente fuente de información de la expedición y un documento excepcional para conocer su personalidad y sus preocupaciones científicas. Hombre laborioso y metódico, católico practicante, de ideas políticas conservadoras, llegó a recolectar unos 30 mil ejemplares de fauna americana durante su participación en el viaje.

A su regreso fue nombrado individuo de la Comisión encargada del estudio y redacción de la parte correspondiente a Moluscos. Tras la obtención del grado de doctor el 12 de junio de 1868 con una disertación sobre "Utilidades que reporta a la agricultura el estudio de los insectos", un fugaz paso por los Institutos de Oviedo y Jerez , consiguió la cátedra de Zoografía de Vertebrados de la Universidad Central en 1872.

Socio fundador de la Sociedad Española de Historia Natural en 1871 publicó unos cincuenta artículos científicos, la mayor parte de ellos en la revista de esa sociedad científica Anales de la Sociedad Española de Historia Natural. Hizo numerosas excursiones científicas por España en las que llegó a reunir una colección de coleópteros que sumaba 35.895 ejemplares de 8.393 especies, que irían a parar posteriormente a las manos de Jorge Lauffer. Fue asimismo miembro de la Sociedad Geográfica de Madrid, de las Sociedades Entomológicas de Francia, Berlin, Stettin, y de la Científica de Bruselas.

Fue coeditor junto al notable malacólogo González Hidalgo de un gran volumen ilustrado sobre los moluscos bivalvos recolectados por Paz y otros miembros de la Comisión científica del Pacífico y publicó en 1879 Distribución metódica de los Vertebrados, un texto de zoología de vertebrados, que era una especie de manual universitario, y fue coeditor junto a González Hidalgo de un gran volumen ilustrado sobre los moluscos bivalvos recolectados por Paz y otros miembros de la Comisión científica del Pacífico.

Martínez sobrevivió a todos los miembros de la expedición y gozó de buena salud hasta su muerte en 1908.

Se le dedicaron diversas especies como Helix martinezii y Ampuliaria martinezi por González Hidalgo; Tapinopterus martinezii, por Villefroy; Bruchus martinezii, por Allard; Dorcadion martinezii, por Pérez Arcas; Sunius martinezii, por Uhagón; Platystolus martinezii, Zetobora martinezii, Largus martinezii y el género Martinezia, por Ignacio Bolívar.

Manuel Almagro

(Matanzas 1834-1895) era médico militar y tenía relaciones de parentesco con el diputado Juan Modet. Había hecho estudios de especialización en Paris donde se había interesado por la antropología física.

Este médico nació en Matanzas (Cuba) el 8 de septiembre de 1834. Su incorporación a la Comisión científica del Pacífico como antropólogo y etnógrafo se produjo cuando el director general de Instrucción Pública Pedro Sabau decidió el 8 de junio de 1862 que era conveniente incorporar a alguien que estudiase las razas humanas de los países que visitasen los expedicionarios.

Almagro acababa en ese entonces de ingresar en el cuerpo de Sanidad Militar y de obtener una plaza en el ejército de la isla de Cuba. Pero una serie de circunstancias hicieron posible su incorporación a la Comisión. En primer lugar su familiaridad con la nueva disciplina emergente de la antropología, en segundo lugar sus conexiones con integrantes de la elite política. Su estancia en Paris entre 1854 y 1861, donde completó sus estudios de Medicina, elaboró una tesis doctoral, -publicada con el título de Etude clinique et anatomo-pathologique sur la persistance du canal arterial - y ejerció su profesión en diversos hospitales entre 1858 y 1861, le pusieron en contacto con los nuevos estudios antropológicos que realizaba la parisina Société d’Anthropologie, de la que recibió precisamente una serie de instrucciones antropológicas para llevar a cabo en su viaje. Por otra parte, sus vínculos con su cuñado el diputado Juan Modet le pudieron abrir algunas puertas.

Justo Almagro se casó en ese verano de 1862 por lo que fue el último en incorporarse a la Comisión con el consiguiente enfado de Paz y Membiela, quien en su correspondencia asimismo apunta que el antropólogo no era "santo de la devoción del General" Pinzón.

A pesar de estos dimes y diretes la participación de Almagro en las actividades de la Comisión fue intensa. Hizo tres grandes viajes terrestres. En el primero se desplazó de Argentina a Chile por tierra cruzando los Andes en compañía de Paz, Amor e Isern. En el segundo, partiendo de Chile, se internó en compañía de Isern en las tierras altas bolivianas y en los Andes centrales peruanos, visitando ruinas y monumentos del imperio inca y de otras antiguas culturas andinas. Y en el tercero, fue uno de los cuatro supervivientes que hizo el Gran Viaje desde Guayaquil a Pará. La colección de objetos etnográficos que fue capaz de formar a través de esos viajes, conservada actualmente en el Museo Nacional de Antropología (sede de Alfonso XII), y en el Museo de América, es muy importante, cuantiosa y variada, pero lamentablemente no ha sido aún estudiada. Estudio que merecería ser emprendido porque como ha destacado el historiador norteamericano Robert R. Miller Almagro "…fue uno de los primeros antropólogos profesionales que hicieron trabajo de campo en América".

Almagro regresó de la expedición tras hacer una escala en Cuba, adonde partió desde Pernambuco el 10 de julio de 1865. A su llegada fue ascendido a primer ayudante médico del ejército de Cuba y poco después se dirigió a Madrid donde trabajó durante el primer semestre de 1866 en la elaboración de la Memoria oficial del viaje y en la preparación de las colecciones de la expedición que se expusieron en la exhibición que se organizó en el Jardín Botánico. De ese libro titulado Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión científica enviada por el Gobierno de S.M.C. durante los años de 1862 a 1866, reeditado no hace mucho, se editaron veinte y cinco ejemplares finos y mil comunes, de los que se vendieron 510 ejemplares a 8 reales cada uno, según consta en la documentación que se conserva en el archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales. En la lectura de esas páginas se constata la ideología nacionalista liberal de Almagro y su afán de que la sociedad española, cual ave fénix, recuperase el esplendor científico que tuvo en otras épocas.

Poco después de acabar esa exposición celebrada en el Jardín Botánico se reincorporó a su destino en Cuba, y de sus actividades en su tierra natal hasta la fecha de su fallecimiento en 1895 poco se sabe.

Rafael Castro y Ordóñez

El nombramiento de Rafael Castro y Ordóñez como fotógrafo-dibujante de la expedición se produjo después de la renuncia del primer candidato Rafael Fernández de Moratín. Este pintor y dibujante contrajo una grave enfermedad en Paris cuando se trasladó a esa ciudad para adquirir en el establecimiento de M. Archiles Deyrolle los materiales fotográficos que iba a emplear en su viaje con la Comisión científica del Pacífico.

Tras esa renuncia Castro y Ordóñez fue el elegido para suplirle. El nombramiento del nuevo comisionado se efectuó el 28 de junio de 1862. Castro y Ordóñez, quien al parecer nació en Madrid hacia 1830, se había formado como pintor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Completó luego sus estudios en Paris bajo la tutela del pintor francés León Coignet. Participó en las exposiciones nacionales de Bellas Artes de 1850, 1858 y 1860, consiguiendo en esta última una mención honorífica.

Se desconoce si Castro poseía conocimientos sobre fotografía en el momento de su adscripción a la Comisión científica del Pacífico, pero sí sabemos que recibió instrucciones del fotógrafo más reputado de su época en España, el británico Charles Clifford. Este se encargó además de realizar los preparativos necesarios para el viaje, adquiriendo materiales en Londres y probando los aparatos con antelación a su traslado. Por la realización de esas tareas recibió la suma de 2.000 reales. La instrucción, centrada "sobre todo en vistas", fue breve, pues Castro partió hacia Cádiz el 25 de julio de 1862.

A lo largo de su periplo americano Castro no sólo hizo fotografías y dibujos, sino que también redactó una serie de crónicas que se publicaron en el Museo Universal, la principal revista ilustrada de temática miscelánea de la última fase del reinado isabelino. Parte de las fotografías tomadas por Castro aparecieron reproducidas en esa publicación en forma de grabados de madera, disociadas, muchas veces de los textos que remitía Castro a Madrid. Esos grabados aparecieron bajo la firma de los principales ilustrador de El Museo Universal como Tomás Carlos Capuz, F. Ruiz, Rico, Ortega, etc.

El haber combinado las actividades de fotógrafo con las de ilustrador y cronista confiere una gran importancia al conjunto de su obra, convirtiéndose el conjunto de sus textos e imágenes en una valiosa fuente para el conocimiento de las vicisitudes de la Comisión científica del Pacífico, del trasfondo ideológico subyacente a esa empresa, y de las preocupaciones científicas que animaron a sus protagonistas. De las fotografías que efectuó durante su viaje se conservan más de medio millar, correspondientes a los diversos países y lugares que recorrió Castro: Brasil, Uruguay, Argentina, islas Malvinas, Chile, Perú, Ecuador, Panamá y California. Estas fotografías son fundamentalmente de vistas y retratos de tipos humanos, aunque también hay otras de carácter más científico, como algunas de interés antropológico, o ciertas tomas de paisajes naturales. Asimismo conservamos algunos de los dibujos que efectuó Castro de objetos arqueológicos existentes en museos o gabinetes de Santiago de Chile y Lima.

Castro anticipó su viaje a Madrid, y se separó del grueso de la expedición en tierras chilenas. Desde allí emprendió el viaje de regreso a Europa vía Nueva York. A mediados de 1865 se encontraba en España, y poco después – el 2 de diciembre de 1865- se suicidó, disparándose un tiro de pistola en el corazón.

Bartolomé Puig y Galup

El taxidermista de la expedición nació en Sitges, provincia de Barcelona, en 1826. En el momento de incorporarse a la Comisión científica del Pacífico tenía por tanto 36 años y era ayudante disecador del Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona.

En esa Universidad había realizado gran parte de sus estudios. Primero consiguió el grado de bachiller el 12 de julio de 1844. Luego inició los estudios de Medicina, licenciándose en Medicina y Cirugía en 1851. Y a continuación se trasladó a Madrid - en 1852- para ampliar estudios en la Universidad Central de ciencias naturales, donde al parecer pasó a formar parte del círculo de discípulos de Graells. En ese tiempo preparó su doctorado en Medicina. Hizo una tesis doctoral titulada De la moral en el médico, consiguiendo su grado de doctor en Medicina el 2 de marzo de 1862.

Entretanto fue nombrado en Barcelona ayudante disecador y preparador del gabinete de Historia Natural de la Universidad de esa ciudad. Su sueldo era por aquel entonces de 6 mil reales anuales. Hasta su incorporación a la Comisión científica del Pacífico fue ayudante del catedrático Antonio Sánchez Comendador, quien impartía las asignaturas de Mineralogía y Zoología en esa Universidad catalana.

Conocedor a través de la prensa de la organización de la expedición al Pacífico solicitó el 19 de mayo de 1862 el nombramiento de encargado de la recolección y preparación de material y objetos de historia natural que hubiera que enviar a España. Su solicitud fue aceptada rápidamente: el 5 de junio ya estaba en contacto con el profesor Graells a través del telégrafo para determinar su fecha de incorporación al grupo de profesores de ciencias naturales que integraban la Comisión científica del Pacífico. Su nombramiento oficial como integrante de esa Comisión se produjo el 11 de junio de 1862, asignándosele entonces un sueldo e indemnización anual de treinta mil cuatrocientos reales.

Puig asumió las tareas de conservación y preparación de los objetos que sus compañeros iban recolectando. El trabajo técnico que hizo durante el viaje fue cuestionado por algunos de sus compañeros como Jiménez de la Espada y Martínez y Sáez, quienes lo tacharon de "escaso y de poca calidad", o lo calificaron como "disecador no muy activo y poco hábil", respectivamente.

Con el resto de los comisionados hizo el viaje hasta Montevideo. Desde esta ciudad uruguaya se dirigió a Valparaiso en la fragata "Triunfo" junto a Martínez y Castro.

Aduciendo problemas de salud no hizo "el gran viaje" amazónico con sus colegas supervivientes, sino que optó por quedarse en Chile. En ese país se casó con una joven acaudalada y residió largo años allí antes de regresar a Barcelona, donde logró reincorporarse a su plaza de ayudante disecador y preparador de su Universidad. Luego solicitó la jubilación anticipada. Se le concedió el 4 de febrero de 1880, cuando ocupaba el cargo de ayudante de la cátedra de Historia Natural de la Facultad de Ciencias de esa Universidad.

No tenemos, por ahora, noticias de la fecha exacta de su fallecimiento.